POR HOLA.COM
El color, de un malva intenso, y el olor, de un penetrante efecto balsámico. Así son los campos de lavanda de esta localidad vallisoletana que tiene su propia Provenza. Julio es el mejor momento para visitarlos.
Quizás no tan conocidos como los campos de lavanda de Brihuega, en Guadalajara, pero no de menos belleza, son los cultivos de lavanda que han cobrado auge en los últimos años en la comarca de los Montes Torozos de Valladolid. Allí se dan dos variedades, la lavanda y el lavandín, que hacen furor en el mes de julio entre los apasionados de la aromaterapia y de los selfies. Porque no hay sitio más bonito para hacerse una foto en las calurosas tardes de verano que en medio de un campo de lavanda estallado en flor.
Y en esto de la lavanda la localidad de Tiedra va por delante, un pueblo de la provincia de Valladolid que empezó hace 15 años con una pequeña explotación buscando alternativas al cultivo del cereal. Hoy son más de 400 hectáreas las que dedica a la lavanda, y cada año suma alguna más.
Antes de lanzarse a visitar los campos y tomar las pertinentes fotos conviene pasar por el centro de interpretación Tiedra de Lavanda (tiedradelavanda.es), el primero en España dedicado a la lavanda y que se encuentra en la entrada de la localidad. Es la mejor manera de sacar jugo a este cultivo que, para la gran mayoría, es desconocido. Sus variedades, sus formas de cultivo o cómo consiguen extraer los aromas son preguntas que se responden en la visita. Junto al edificio se encuentra una destilería dedicada a la extracción de aceites esenciales y, claro está, campos de lavanda, uno de ellos de ensayo de variedades.
Las visitas al centro de interpretación pueden realizarse por libre o guiadas –de una hora aproximadamente– donde un monitor nos conducirá por las diferentes salas e irá desvelando todos los secretos de esta planta llena de propiedades y beneficios. También se visitan la destilería y el campo de ensayo de variedades.
Ahora que sabemos lo suficiente es el momento de dirigirnos a los campos de lavanda que rodean la localidad. Tanto en la oficina de turismo como en el centro de interpretación facilitan información, y un mapa, de dónde están situados. Hacerlo al caer la tarde será un momento mágico gracias a la luz, cuando poder tomar cientos de fotos. Además a esta hora las abejas –en la zona hay varias colmenas y habrá que tener cuidado– están menos activas.
Será fácil recordar este viaje sensorial al regresar a casa para los que se lleven alguno de los productos que se pueden comprar en el centro de interpretación. Jabones, saquitos de aroma, miel de lavanda, cremas, perfumes o la propia flor seca traerán a la memoria recuerdos de este viaje por las tierras perfumadas de Castilla.
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